miércoles, 31 de marzo de 2010

Entrevista a Francis Wolff, filósofo francés.

•  Filósofo y catedrático en la Universidad de París, Francis Wolff se ha convertido en uno de los intelectuales baluarte en defensa de la Fiesta. Hoy, a las 12 horas, en la madrileña Casa del Reloj presenta su último libro: “50 razones para defender las corridas de toros”.
 
- ¿Por qué 50?
 
- Cuando escribí Filosofía de las corridas de toros (ed. Bellaterra, 2008) sobre la ética y la estética de la Fiesta, las campañas abolicionistas no habían comenzado abiertamente. La situación hoy es diferente, de ahí la necesidad de recoger los argumentos de ese libro y completarlos con nuevas aportaciones, teniendo en cuenta los “ataques” de los anti. Al encontrar más de los que pensaba, surgió la idea de llegar a 50, aunque hay más. He desarrollado poco el aspecto económico y las partes antropológicas y estéticas, que son esenciales para mí. En 50 razones… he preferido situarme en el plano de los valores morales, para mostrar que los anti no tienen el monopolio de la moral ni de la sensibilidad.
 
- ¿Qué tipo de razones va a encontrar el lector?
 
- Por un lado, las que responden a acusaciones que se formulan contra la Fiesta: tortura, sufrimiento del toro, derecho a matar a los animales, crueldad, etcétera. Por otro, argumentos más “internos”, porque aunque las corridas no fueran esa práctica abominable que algunos quieren hacer creer, eso no bastaría para hacer de ellas algo bueno, bello o incluso interesante. Por eso hay que poner en evidencia sus valores ecológicos, culturales, históricos, intelectuales, artísticos y propiamente morales. El tercero tipo de argumentos es de contra-ataque, pues conviene preguntarse si las campañas animalistas ¿no son potencialmente peligrosas tanto para nuestro concepto de humanidad como para nuestro concepto de animalidad?
 
- Dice usted: “Sólo hay un argumento contra las corridas y no es verdaderamente un argumento: se llama sensibilidad”.
- Algunos pueden no soportar ver a un animal herido o muriendo. Este sentimiento es perfectamente respetable. Y no cabe duda de que la mayoría de los que se oponen a las corridas son personas sensibles que sufren cuando imaginan eso. El aficionado tiene que admitirlo: muchos se conmueven e incluso algunos se indignan con la idea de las corridas. La compasión es una de las características de la humanidad y una de las fuentes de la moralidad. El problema es saber si es suficiente: ¿La sensibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas y la razón por la que son una fuente esencial de valores? ¿Puede bastar para exigir su prohibición? Sólo un ejemplo para explicarlo: nunca he soportado el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo. Y jamás he pensado condenar la pesca ni tampoco tratar al pescador de sádico. Sin embargo, se ‘sabe’ que los peces heridos ‘sufren’ agonizando en el cubo más que el toro que pelea.
 
- Si, como dicen los anti, al toro se le tortura, ¿qué quedaría de expresión artística en una corrida?
 
- No puede haber justificación alguna en la tortura. Las corridas no son más tortura que la pesca. Se pesca por desafío, diversión, y pasión. Se torean los toros por desafío, diversión y pasión. Además, sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes del toreo carecerían de valor. Si el toro fuera pasivo, la lidia no tendría sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería, y por tanto no habría razón para hacer de ella un espectáculo. La lidia no pretende torturar a un animal, sino hacer pelear a un animal predispuesto para la lucha. Si se tortura cualquier animal, incluso un toro, huye, puesto que la fuga es la reacción inmediata de cualquier mamífero ante una agresión. Sin embargo, el toro redobla sus acometidas.
 
- Defienda las corridas con muerte en plaza frente a las corridas a la portuguesa.
- Es un error creer que una muerte ocultada es menos cruel para el animal. Es más bien lo contrario. Un toro que sale vivo del ruedo tendrá que esperar horas antes de ir al matadero donde será abatido. Dejar a un animal bravo, malherido y confinado en un espacio reducido sin opción a la lucha, sí que sería un auténtico calvario para él. La única beneficiada de esta solución sería la hipocresía. Eso de ‘ojos que no ven, corazón que no sufre’, para el toro no deja de ser, en este caso, la definición de la crueldad.
 
- En una corrida, ¿qué justifica la posibilidad de que el diestro pueda morir en el ruedo?
 
- La ética de la Fiesta reposa en dos principios. El primero es que el animal debe morir y el hombre no. El segundo, que el deber de arriesgar la vida es el precio que uno tiene que pagar para tener el derecho de matar al animal. La justificación del primero es que la Fiesta ilustra la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro. Es una cuestión de justicia: si las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, sería un espectáculo bárbaro. La justificación del segundo es el respeto que debemos al toro, que es el único animal con el que el hombre se puede medir con orgullo. Es una cuestión de lealtad.
 
- Dé ahora razones por las que incluir la Fiesta en el bando de la ecología.
 
- No se puede confundir “animalismo” con ecología, lo uno es lo opuesto de lo otro. Muchos ecologistas olvidan sus valores para abrazar los valores animalistas, que son contrarios: defender el equilibrio de las especies y la conservación de los ecosistemas no tiene nada que ver con ocuparse de la muerte de cada animal considerado individualmente. A favor de la Fiesta podemos recordar que la ganadería brava es una de las últimas formas de crianza en extensivo en Europa y que goza de un ecosistema único; que quien defiende la biodiversidad debe defender la supervivencia de una raza única, en vez de condenarla al matadero, como sería el caso si se prohibieran las corridas. La Fiesta exige que se respete la naturaleza del toro, tanto en su vida, que debe ser libre, como en su muerte, que debe ser luchando.
 
- ¿Por qué el aficionado no debe caer en el proselitismo y el anti taurino en demostraciones de intolerancia?
 
- Cada uno debe respetar la sensibilidad del otro. Coexistir con discursos taurinos, vivir próximo a los toros, relacionarse desde niño con este mundo y tener admiración hacia el toro y su bravura, son elementos que han forjado la sensibilidad necesaria para la percepción de este espectáculo. Lo que sería visto como un acto de crueldad en Londres o Estocolmo se vive y entiende en Dax, Bilbao, Sevilla, Nimes o Madrid.
 
- ¿Qué entiende por la ética de la bravura?
 
La bravura es la única justificación de la corrida y su mayor gloria. No hay otro fundamento: sin bravura, no hay embestida del toro y, por tanto, no hay corrida; sin bravura no hay tampoco ética, porque es en su lidia donde el animal se adecua a su naturaleza de bravo. A la bravura del animal responde el valor del hombre, de tal forma que bravura y valor son los dos pilares de las corridas de toros.
 
Por Laura TENORIO/La Gaceta 27/02/2010.
 
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